
En la España del siglo XVIII y ante el antagonismo entre las tendencias conservadora y reformista, estos últimos asumieron, en materia religiosa, una actitud de apego a los principios cristianos para fortalecerse ante los ataques de sus adversarios, lo que dio origen al “cristianismo ilustrado” principalmente aplicado en materia educativa.
En ese contexto, la obra del político y pensador español Pedro Rodríguez de Campomanes titulada Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento, es de indudable importancia para el establecimiento del ideario educativo español de ese siglo. Ella tuvo una notable influencia en los planes reformadores durante el reinado de Carlos III tanto en España como en los territorios coloniales americanos generando una corriente de pensamiento cuyo rasgo distintivo frente a la tradición intelectual del occidente europeo hasta ese momento histórico está caracterizado por las especulaciones racionalistas sobre la condición social y moral del hombre.
Son muchas las creencias de que las raíces de ese movimiento humanista, desde la perspectiva en la cual el hombre es considerado el centro del universo, se localizan dos siglos atrás, en el "quattrocento" italiano del Renacimiento, un período de transición entre el medioevo y la modernidad, cuando se produce una secularización de la sociedad en el sentido de que el hombre desiste de buscar la solución de sus problemas existenciales en el trasmundo divino y vuelve su mirada hacia él mismo y la realidad terrenal que lo rodea.
Con la extensión del racionalismo al terreno social, la idea del progreso intelectual se amplió en idea del progreso general del hombre. Si se podía probar que los males sociales no se debían a deficiencias innatas e incorregibles del ser humano, ni tampoco a la naturaleza de las cosas, sino a la ignorancia y a los prejuicios, entonces el mejoramiento de la situación del hombre y, finalmente, la obtención de su felicidad, serían sólo cuestión de irradiar luz sobre la ignorancia y eliminar los errores, de acrecentar el saber y de difundir las luces.
Campomanes, en su Discurso sobre la educación popular de los artesanos, hace un análisis político – social y educativo sobre la situación que imperaba en el siglo XVII y a partir de allí se establece un ideario educativo español centrado en el estudio de los artesanos como clase social marginada y desconocida para esa época, por lo cual Campomanes plantea el estudio de los oficios técnicos como una forma de dignificar ese trabajo y mejorar las condiciones sociales de la gente pobre que se dedicaba a estas actividades.
En él, Campomanes criticó la diferenciación de las artes y los oficios, por cuanto esto últimos, por ser trabajos mecánicos, tenían poca estimación titulándolos como oficios bajos o humildes. Por otra parte, los hijos de familias pudientes se orientaban hacia el estudio de las artes con menosprecio de estudios varoniles, serios e instrumentales.
En ese sentido, el autor consideraba que no basta establecer las artes y oficios de cualquier especie en un país, o poseerles de largo tiempo, sino que hay que ir perfeccionándoles continuamente para hacerles más productivos. Con esta idea, se empiezan a establecer entonces pautas educativas y laborales que trataban de reivindicar las tareas a favor de los artesanos, mejorando los instrumentos y máquinas, a manera de apreciar y revalorizar los oficios técnicos.
El ideario educativo de Campomanes trató de definir las reglas y pautas que debían considerarse en la educación. Él decía que ninguna de las artes puede lograr su perfección sin reglas que controlen la teoría y la práctica de cada oficio. Igualmente, estimó importante que por cada oficio se reunieran los tratados, diseños e instrucción de tal forma que fueran de provecho para la formación de la clase trabajadora, poniendo a disposición de ellos la luz y los medios de perfeccionarse. En este orden de ideas, su ideario educativo consistió en un tratado que manifestaba el modo de enseñar, perfeccionar, animar, y poner en la estimación que merecen, a las artes y oficios y a los artesanos que les profesaban en el Reino.
Una de las pautas que se consideró en este tratado fue que tanto los oficios como las artes requieren además de la práctica, saber las reglas, conocer y manejar los instrumentos que le son propios. Así, a partir de las experiencias que se fueron acumulando, se fueron perfeccionando los instrumentos y apropiando los materiales más convenientes a las maniobras. Todo este progreso de combinaciones formó cada arte, se generaron teorías, lo cual fue transmitido de maestros a aprendices. Esta enseñanza requería cierto tiempo de acuerdo al talento del aprendiz, la complicación, dificultad y variedad de las maniobras del oficio, que se estuviese realizando.
Para Campomanes, el periodo que tardaba, por lo regular, un aprendiz de mediano ingenio y aplicado en aprender por principios y ejecutar con reglas y destrezas las operaciones varias del arte, se llamaba el tiempo de aprendizaje. Por otra parte, dada la dificultad de cada oficio, ya que no eran igualmente pesados y difíciles, se consideró fijar un método progresivo de los rudimentos de cada arte, y de las operaciones que se debían aprender una tras de otra, para que la enseñanza fuera conocida y metódica en ellos y guiada por unos principios constantes. A partir de estas pautas, se dio importancia a la explicación de las reglas de la enseñanza y su método progresivo, y se procedió a fijar en cada oficio los años, y orden del aprendizaje con el debido conocimiento.
En la instrucción de los artesanos se consideró como eje principal la lectura, ya que por medio de ella el aprendiz de un oficio repasaba por sí mismo el catecismo de la doctrina cristiana, podía enterarse de los discursos que trataban del fomento de la industria y de la educación popular, se instruiría también por sí mismo de las ordenanzas y control de su gremio y oficio para dedicarse a observarlas y entenderlas con propiedad o para advertir lo que conviniera y se le alcanzara con el tiempo y un aspecto importante, podría, sin valerse de otro, leer el tratado particular de su arte u oficio.
Esta propuesta o ideario educativo de Campomanes abarcaba el análisis crítico del aprendizaje, puesto que una vez que el aprendiz supiera los rudimentos de su oficio podía cotejar lo que le enseñaban con lo que veía, se desarrollaba en la práctica y en otras nociones, de tal forma que la experiencia se podía enriquecer, hacer nuevos descubrimientos, enseñar a otros y escribir las observaciones y adelantamientos respectivos a su oficio, o los que con el tiempo se publicaran en los países extranjeros.
A partir de allí y puesto que el propósito del género humano consistía en lograr un estado de felicidad por sus propios medios, los filósofos del siglo XVIII creían que este desiderátum podría resolverse con el triunfo gradual de la razón sobre los prejuicios, del saber sobre la ignorancia. En ese sentido esperaban crear, con la difusión del saber, una opinión pública que obligase a los gobiernos a cambiar el tenor de su legislación y de su gestión administrativa, haciendo de la felicidad del pueblo su principio rector. La difusión de las luces mediante la instrucción fue uno de los postulados más caros del iluminismo. Los pensadores ilustrados propugnaban el esparcimiento universal de ellas hasta los más apartados rincones del planeta y a todos los estratos sociales. Fue así como se originó la Pedagogía de la Ilustración en el mundo occidental europeo, la cual alcanzó su esplendor en el siglo XVIII, teniendo como su manifestación más notable la Enciclopedia (1751-1765).
Como contribución a la formación del pensamiento educativo venezolano y latinoamericano, esta “ilustración” entró a la Capitanía general de Venezuela precisamente con el “Discurso sobre la educación popular de los artesanos” del conde Pedro Rodríguez de Campomanes, la cual se llevó a la práctica en Mérida por el cura y vicario Francisco A. de Uzcátegui quién fundó una escuela de primeras letras y religión, donde formaba a los jóvenes en artes y oficios de herrería y carpintería, principalmente. También debe ser considerado como un representante de la Ilustración hispana en Venezuela el prelado don Mariano Martí, Obispo de la Diócesis de Caracas desde 1770 hasta 1792, de cuya actividad quedó el testimonio de una significativa obra educativa, haciendo suyo el postulado de la creación y generalización de escuelas públicas, la equidad y la gratuidad de la instrucción en las fundaciones escolares en las cuales participó.
De allí en adelante se destacan prominentes hombres como José María España, Manuel Montesinos Rico, dirigentes de la conspiración de 1797, influidos por las obras de Raynal, Feijóo, Rousseau y Montesquieu. Es así como en el Correo del Orinoco, periódico fundado por Bolívar el 27 de junio de 1818, encontramos la presencia de la obra de Raynal. En efecto, en el N° 108, correspondiente al sábado 2 de junio de 1821, aparece un extracto del libro con el título de Examen del derecho que han tenido los europeos para fundar colonias en el Nuevo Mundo. Es seguro que el nombre de Raynal era familiar a Francisco Antonio Zea, Juan Germán Roscio, Manuel Palacios Fajardo, José Rafael Revenga y José Luis Ramos, redactores de este órgano de comunicación patriota.
Muchas fueron las obras que, generadas por el ilustracionismo, influyeron en lo que luego sería el desarrollo de la pedagogía de la ilustración en nuestro país, dando origen a los acontecimientos tendentes a obtener la libertad. Entre ellos están el libro Del Espíritu de las Leyes, de Montesquieu, editado en 1748, Las Aventuras de Telémaco, publicadas en 1699 por el autor francés Fénelon, La Educación de las niñas, de comienzos del siglo XVIII, de Francois Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire, la Historia de Carlos XII, Rey de Suecia, editado en Francia en 1731, la voluminosa obra del abate Pluche (1688-1761), en ocho tomos, Spectacle de la nature, editada en Paris entre los años 1732-1750
Todos esos autores, de alguna manera, marcaron las acciones y los destinos de los venezolanos de esos tiempos. Montesquieu, quien con su lenguaje fogoso sacudiera las adormecidas conciencias de muchos pobladores. Fénelon, quien planteaba en su libro el derecho del pueblo a la rebelión contra el desgobierno. El representante lusitano del Siglo de las Luces, Luis Antonio Verney, mejor conocido como "el Barbadiño" (1713-1792), empleaba un lenguaje agresivo contra la educación tradicional, divorciada de los saberes prácticos y técnicos, en su más conocida obra: Verdadero Método de estudiar para ser útil a la República y a la Iglesia, editada en 1746 y traducida al castellano por José Maymó y Ribes. El Padre Baltasar de los Reyes Marrero (1752-1809), introductor de la filosofía "moderna" en la Universidad de Caracas, confesaba en 1790 que se había inspirado en el "célebre Barbadiño" para la reforma de los estudios en las aulas caraqueñas. La historia natural, fue calificada por Feijóo como "excelente" y tiene el mérito de acercar a los criollos a las ciencias modernas, impulsadas por el iluminismo.
En fin, que toda esta literatura revolucionaria sacaba de control al imperio español y fue menester tomar medidas. Mediante un edicto, la Inquisición coloca en el "Index" las obras de Voltaire alegando que contenían "proposiciones heréticas, escandalosas, erróneas y temerarias que inducen al deísmo y materialismo, con notable perjuicio de la religión. Era de tal dimensión la difusión y penetración de las obras de autores imbuidos en los principios de la Ilustración, durante la centuria dieciochesca en Venezuela, que el Barón Alejandro de Humboldt quedó sorprendido por el hallazgo de encontrar libros de pensadores ilustrados en el valle de Caripe, un remoto paraje de la cordillera de la costa, durante su visita a la parte oriental de Tierra Firme, en los días finiseculares del siglo XVIII y los iniciales del siglo XIX. Al mismo tiempo, observó una actitud tolerante desde el punto de vista religioso, una de las notas características del Siglo de las Luces.
En resumen, la Ilustración es el marco en el que se desarrolla el pensamiento y la realidad educativa del siglo XVIII. Sus principales características fueron el racionalismo y la secularización docente. La fe en la libertad absoluta de la razón y en su capacidad para emancipar el espíritu de toda autoridad y dogmatismo llevaron a considerar a la instrucción como la mejor garantía de la virtud y de la felicidad personal y como el instrumento clave para la reforma de la sociedad. Este optimismo pedagógico se acompañó de un movimiento secularizador, de profundas raíces ideológicas, que en el ámbito de la enseñanza se concretó en transferir al Estado, como representante de la sociedad civil, las funciones y responsabilidades docentes que había desempeñado la Iglesia hasta ese momento. Allí nace el Estado Docente.
En ese contexto, la obra del político y pensador español Pedro Rodríguez de Campomanes titulada Discurso sobre la educación popular de los artesanos y su fomento, es de indudable importancia para el establecimiento del ideario educativo español de ese siglo. Ella tuvo una notable influencia en los planes reformadores durante el reinado de Carlos III tanto en España como en los territorios coloniales americanos generando una corriente de pensamiento cuyo rasgo distintivo frente a la tradición intelectual del occidente europeo hasta ese momento histórico está caracterizado por las especulaciones racionalistas sobre la condición social y moral del hombre.
Son muchas las creencias de que las raíces de ese movimiento humanista, desde la perspectiva en la cual el hombre es considerado el centro del universo, se localizan dos siglos atrás, en el "quattrocento" italiano del Renacimiento, un período de transición entre el medioevo y la modernidad, cuando se produce una secularización de la sociedad en el sentido de que el hombre desiste de buscar la solución de sus problemas existenciales en el trasmundo divino y vuelve su mirada hacia él mismo y la realidad terrenal que lo rodea.
Con la extensión del racionalismo al terreno social, la idea del progreso intelectual se amplió en idea del progreso general del hombre. Si se podía probar que los males sociales no se debían a deficiencias innatas e incorregibles del ser humano, ni tampoco a la naturaleza de las cosas, sino a la ignorancia y a los prejuicios, entonces el mejoramiento de la situación del hombre y, finalmente, la obtención de su felicidad, serían sólo cuestión de irradiar luz sobre la ignorancia y eliminar los errores, de acrecentar el saber y de difundir las luces.
Campomanes, en su Discurso sobre la educación popular de los artesanos, hace un análisis político – social y educativo sobre la situación que imperaba en el siglo XVII y a partir de allí se establece un ideario educativo español centrado en el estudio de los artesanos como clase social marginada y desconocida para esa época, por lo cual Campomanes plantea el estudio de los oficios técnicos como una forma de dignificar ese trabajo y mejorar las condiciones sociales de la gente pobre que se dedicaba a estas actividades.
En él, Campomanes criticó la diferenciación de las artes y los oficios, por cuanto esto últimos, por ser trabajos mecánicos, tenían poca estimación titulándolos como oficios bajos o humildes. Por otra parte, los hijos de familias pudientes se orientaban hacia el estudio de las artes con menosprecio de estudios varoniles, serios e instrumentales.
En ese sentido, el autor consideraba que no basta establecer las artes y oficios de cualquier especie en un país, o poseerles de largo tiempo, sino que hay que ir perfeccionándoles continuamente para hacerles más productivos. Con esta idea, se empiezan a establecer entonces pautas educativas y laborales que trataban de reivindicar las tareas a favor de los artesanos, mejorando los instrumentos y máquinas, a manera de apreciar y revalorizar los oficios técnicos.
El ideario educativo de Campomanes trató de definir las reglas y pautas que debían considerarse en la educación. Él decía que ninguna de las artes puede lograr su perfección sin reglas que controlen la teoría y la práctica de cada oficio. Igualmente, estimó importante que por cada oficio se reunieran los tratados, diseños e instrucción de tal forma que fueran de provecho para la formación de la clase trabajadora, poniendo a disposición de ellos la luz y los medios de perfeccionarse. En este orden de ideas, su ideario educativo consistió en un tratado que manifestaba el modo de enseñar, perfeccionar, animar, y poner en la estimación que merecen, a las artes y oficios y a los artesanos que les profesaban en el Reino.
Una de las pautas que se consideró en este tratado fue que tanto los oficios como las artes requieren además de la práctica, saber las reglas, conocer y manejar los instrumentos que le son propios. Así, a partir de las experiencias que se fueron acumulando, se fueron perfeccionando los instrumentos y apropiando los materiales más convenientes a las maniobras. Todo este progreso de combinaciones formó cada arte, se generaron teorías, lo cual fue transmitido de maestros a aprendices. Esta enseñanza requería cierto tiempo de acuerdo al talento del aprendiz, la complicación, dificultad y variedad de las maniobras del oficio, que se estuviese realizando.
Para Campomanes, el periodo que tardaba, por lo regular, un aprendiz de mediano ingenio y aplicado en aprender por principios y ejecutar con reglas y destrezas las operaciones varias del arte, se llamaba el tiempo de aprendizaje. Por otra parte, dada la dificultad de cada oficio, ya que no eran igualmente pesados y difíciles, se consideró fijar un método progresivo de los rudimentos de cada arte, y de las operaciones que se debían aprender una tras de otra, para que la enseñanza fuera conocida y metódica en ellos y guiada por unos principios constantes. A partir de estas pautas, se dio importancia a la explicación de las reglas de la enseñanza y su método progresivo, y se procedió a fijar en cada oficio los años, y orden del aprendizaje con el debido conocimiento.
En la instrucción de los artesanos se consideró como eje principal la lectura, ya que por medio de ella el aprendiz de un oficio repasaba por sí mismo el catecismo de la doctrina cristiana, podía enterarse de los discursos que trataban del fomento de la industria y de la educación popular, se instruiría también por sí mismo de las ordenanzas y control de su gremio y oficio para dedicarse a observarlas y entenderlas con propiedad o para advertir lo que conviniera y se le alcanzara con el tiempo y un aspecto importante, podría, sin valerse de otro, leer el tratado particular de su arte u oficio.
Esta propuesta o ideario educativo de Campomanes abarcaba el análisis crítico del aprendizaje, puesto que una vez que el aprendiz supiera los rudimentos de su oficio podía cotejar lo que le enseñaban con lo que veía, se desarrollaba en la práctica y en otras nociones, de tal forma que la experiencia se podía enriquecer, hacer nuevos descubrimientos, enseñar a otros y escribir las observaciones y adelantamientos respectivos a su oficio, o los que con el tiempo se publicaran en los países extranjeros.
A partir de allí y puesto que el propósito del género humano consistía en lograr un estado de felicidad por sus propios medios, los filósofos del siglo XVIII creían que este desiderátum podría resolverse con el triunfo gradual de la razón sobre los prejuicios, del saber sobre la ignorancia. En ese sentido esperaban crear, con la difusión del saber, una opinión pública que obligase a los gobiernos a cambiar el tenor de su legislación y de su gestión administrativa, haciendo de la felicidad del pueblo su principio rector. La difusión de las luces mediante la instrucción fue uno de los postulados más caros del iluminismo. Los pensadores ilustrados propugnaban el esparcimiento universal de ellas hasta los más apartados rincones del planeta y a todos los estratos sociales. Fue así como se originó la Pedagogía de la Ilustración en el mundo occidental europeo, la cual alcanzó su esplendor en el siglo XVIII, teniendo como su manifestación más notable la Enciclopedia (1751-1765).
Como contribución a la formación del pensamiento educativo venezolano y latinoamericano, esta “ilustración” entró a la Capitanía general de Venezuela precisamente con el “Discurso sobre la educación popular de los artesanos” del conde Pedro Rodríguez de Campomanes, la cual se llevó a la práctica en Mérida por el cura y vicario Francisco A. de Uzcátegui quién fundó una escuela de primeras letras y religión, donde formaba a los jóvenes en artes y oficios de herrería y carpintería, principalmente. También debe ser considerado como un representante de la Ilustración hispana en Venezuela el prelado don Mariano Martí, Obispo de la Diócesis de Caracas desde 1770 hasta 1792, de cuya actividad quedó el testimonio de una significativa obra educativa, haciendo suyo el postulado de la creación y generalización de escuelas públicas, la equidad y la gratuidad de la instrucción en las fundaciones escolares en las cuales participó.
De allí en adelante se destacan prominentes hombres como José María España, Manuel Montesinos Rico, dirigentes de la conspiración de 1797, influidos por las obras de Raynal, Feijóo, Rousseau y Montesquieu. Es así como en el Correo del Orinoco, periódico fundado por Bolívar el 27 de junio de 1818, encontramos la presencia de la obra de Raynal. En efecto, en el N° 108, correspondiente al sábado 2 de junio de 1821, aparece un extracto del libro con el título de Examen del derecho que han tenido los europeos para fundar colonias en el Nuevo Mundo. Es seguro que el nombre de Raynal era familiar a Francisco Antonio Zea, Juan Germán Roscio, Manuel Palacios Fajardo, José Rafael Revenga y José Luis Ramos, redactores de este órgano de comunicación patriota.
Muchas fueron las obras que, generadas por el ilustracionismo, influyeron en lo que luego sería el desarrollo de la pedagogía de la ilustración en nuestro país, dando origen a los acontecimientos tendentes a obtener la libertad. Entre ellos están el libro Del Espíritu de las Leyes, de Montesquieu, editado en 1748, Las Aventuras de Telémaco, publicadas en 1699 por el autor francés Fénelon, La Educación de las niñas, de comienzos del siglo XVIII, de Francois Marie Arouet, mejor conocido como Voltaire, la Historia de Carlos XII, Rey de Suecia, editado en Francia en 1731, la voluminosa obra del abate Pluche (1688-1761), en ocho tomos, Spectacle de la nature, editada en Paris entre los años 1732-1750
Todos esos autores, de alguna manera, marcaron las acciones y los destinos de los venezolanos de esos tiempos. Montesquieu, quien con su lenguaje fogoso sacudiera las adormecidas conciencias de muchos pobladores. Fénelon, quien planteaba en su libro el derecho del pueblo a la rebelión contra el desgobierno. El representante lusitano del Siglo de las Luces, Luis Antonio Verney, mejor conocido como "el Barbadiño" (1713-1792), empleaba un lenguaje agresivo contra la educación tradicional, divorciada de los saberes prácticos y técnicos, en su más conocida obra: Verdadero Método de estudiar para ser útil a la República y a la Iglesia, editada en 1746 y traducida al castellano por José Maymó y Ribes. El Padre Baltasar de los Reyes Marrero (1752-1809), introductor de la filosofía "moderna" en la Universidad de Caracas, confesaba en 1790 que se había inspirado en el "célebre Barbadiño" para la reforma de los estudios en las aulas caraqueñas. La historia natural, fue calificada por Feijóo como "excelente" y tiene el mérito de acercar a los criollos a las ciencias modernas, impulsadas por el iluminismo.
En fin, que toda esta literatura revolucionaria sacaba de control al imperio español y fue menester tomar medidas. Mediante un edicto, la Inquisición coloca en el "Index" las obras de Voltaire alegando que contenían "proposiciones heréticas, escandalosas, erróneas y temerarias que inducen al deísmo y materialismo, con notable perjuicio de la religión. Era de tal dimensión la difusión y penetración de las obras de autores imbuidos en los principios de la Ilustración, durante la centuria dieciochesca en Venezuela, que el Barón Alejandro de Humboldt quedó sorprendido por el hallazgo de encontrar libros de pensadores ilustrados en el valle de Caripe, un remoto paraje de la cordillera de la costa, durante su visita a la parte oriental de Tierra Firme, en los días finiseculares del siglo XVIII y los iniciales del siglo XIX. Al mismo tiempo, observó una actitud tolerante desde el punto de vista religioso, una de las notas características del Siglo de las Luces.
En resumen, la Ilustración es el marco en el que se desarrolla el pensamiento y la realidad educativa del siglo XVIII. Sus principales características fueron el racionalismo y la secularización docente. La fe en la libertad absoluta de la razón y en su capacidad para emancipar el espíritu de toda autoridad y dogmatismo llevaron a considerar a la instrucción como la mejor garantía de la virtud y de la felicidad personal y como el instrumento clave para la reforma de la sociedad. Este optimismo pedagógico se acompañó de un movimiento secularizador, de profundas raíces ideológicas, que en el ámbito de la enseñanza se concretó en transferir al Estado, como representante de la sociedad civil, las funciones y responsabilidades docentes que había desempeñado la Iglesia hasta ese momento. Allí nace el Estado Docente.
Referencias:
Ginzo, A. (1994) Condorcet. Filosofía y Política. Universidad de Alcalá de Henares, Madrid. Disponible en http://www.unesrvirtual.com.ve/maestriarobinsoniana/
Pensamiento Pedagógico del Siglo XVIII. Disponible en http://www.unesrvirtual.com.ve/maestriarobinsoniana/
Rodríguez Campomanes, Pedro: Discurso Sobre Educación Popular Sobre los Artesanos y su Fomento. Disponible en http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12371174229019392976624/p0000001.htm#I_1_ Biblioteca virtual Miguel de Cervantes
Robles Antonio E. Pedro José Campomanes y el Discurso Sobre la Educación Popular. Disponible en http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2554426
Weinberg Gregorio. (1989): “Ilustración” Educación Superior en Hispanoamerica siglo XVIII. Academia Nacional de Educación. Buenos Aires. Disponible en http://www.unesrvirtual.com.ve/maestriarobinsoniana/
Ginzo, A. (1994) Condorcet. Filosofía y Política. Universidad de Alcalá de Henares, Madrid. Disponible en http://www.unesrvirtual.com.ve/maestriarobinsoniana/
Pensamiento Pedagógico del Siglo XVIII. Disponible en http://www.unesrvirtual.com.ve/maestriarobinsoniana/
Rodríguez Campomanes, Pedro: Discurso Sobre Educación Popular Sobre los Artesanos y su Fomento. Disponible en http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/12371174229019392976624/p0000001.htm#I_1_ Biblioteca virtual Miguel de Cervantes
Robles Antonio E. Pedro José Campomanes y el Discurso Sobre la Educación Popular. Disponible en http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2554426
Weinberg Gregorio. (1989): “Ilustración” Educación Superior en Hispanoamerica siglo XVIII. Academia Nacional de Educación. Buenos Aires. Disponible en http://www.unesrvirtual.com.ve/maestriarobinsoniana/
